El anciano vagabundo
Juan camina solo y encorvado por las calles de una ciudad
que en su vejez le resulta extraña, añora el pueblo pese a las
muchas dificultades que ha pasado.
Con piel oscura y cuarteada por una vida en el campo arando a pleno sol, las manos nudosas
deformadas por la artrosis que le devora por dentro y la mirada perdida de las personas
que ya solo esperan que su existencia de fin deambula por las calles sin rumbo, no tiene un sitio donde ir. Va arrastrando tras de si una
vieja maleta con sus pocas pertenencias y recuerdos, duerme en cualquier lugar.
Hoy comienza a nevar, tiene fiebre y
el frío le cala hasta los huesos, agotado se tumba en un banco del parque a
para pasar la noche. La nieve cae a su alrededor, el malestar va en aumento pero de
repente todo cesa, algo calienta su alma y siente como se libera su espíritu. Sobre el
banco queda un cuerpo como la carcasa vacía de un barco hundido en el mar.
Marie R. Antibón